Editorial
Marlene Aguirre
“Muerte cruzada” y pasaje al acto.
Que la gobernabilidad es imposible, es una afirmación signada ya por Sigmund Freud. Un poco más, y se puede analizar los registros posibles de tal afirmación en nuestro país inmediato.
La Constitución de 2008 en Ecuador, introduce dos artículos – 130 y 148 – con los cuales sus gestores
creen asegurar una gobernabilidad en tiempos difíciles: el primer artículo le otorga al Poder Legislativo la facultad de destituir al Presidente de la República,
y el segundo autoriza al Poder Ejecutivo a disolver la Asamblea Nacional. A este recurso extremo se lo ha llamado “muerte cruzada”. ¡Vaya denominación! Allí donde las reformas dijeron encontrar una salida legal,
se instituyó una confrontación especular autorizada: dos Poderes frente a frente en un violento enfrentamiento “civilizado”. Yo te puedo destituir, yo te puedo eliminar.
El paso inmediato de esta forma de muerte anunciada era una convocatoria a nuevas elecciones. Pero un paso no equivale a un efecto. El efecto era una convocatoria a la repetición de lo ya sabido, es decir, volver a lo mismo. Esta vez, sin embargo, la repetición incluyó una muerte, la de un candidato a ocupar uno de esos Poderes. Sin responsables, sin Poder Judicial que haga presencia. Se ha dicho de todo y no se ha dicho nada. Nada es creíble, ni afirmaciones ni negaciones, ninguna palabra vale. La violencia tomó el mando.
La “muerte cruzada” dejó de ser, o nunca lo fue, una referencia simbólica amparada en una ley, para convertirse en acto, lo real del acto, un pasaje al acto. ¿Psicótico? ¿Perverso? Violencia descarada y descarnada. Y los poderes aligeran su responsabilidad de protección del ciudadano con unos cuantos chalecos antibalas y otros tantos vehículos blindados post mortem.