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Odiosamente humano

No importa qué momento del año elijamos como referencia, pero en nuestra vida cotidiana encontraremos suficientes eventos para señalar que, a pesar de sorprendernos, conmovernos y someternos muchas veces a la impotencia, en ellos hay algo que se repite.

Como capítulo reciente y sin que los efectos devastadores de la pandemia hayan terminado, de una semana a la siguiente, nos vemos reducidos a la condición de espectadores del asalto y muerte del presidente de Haití, de los asesinatos cada vez más frecuentes en nuestro país, tipificados ahora y convertidos en noticia regular como muertes por sicariato, o el desbordamiento del miedo que agolpa a miles de personas en el aeropuerto de Kabul, buscando con urgencia salir de Afganistan, escapando de la muerte, la tortura, la degradación total.

La frase común que dice “esto es inhumano”, no corresponde. Tendremos que decir más bien que es lo más humano, que lo podemos reconocer como la dimensión siniestra de lo humano que nos horroriza y que gracias a la represión el neurótico puede ignorar. Pero hay la perversión y las psicosis que, conjuntamente con las neurosis, dibujan el cuadro completo de lo humano.

Reconocer lo humano entonces es aceptar su capacidad tan destructiva y odiosa con el hermano, el amigo, el semejante o el diferente; la intolerancia con las posiciones o creencias del otro, la facilidad para acabar con su vida. Su capacidad de maldad y de crueldad. Es aceptar finalmente este lado oscuro pero verdadero de la convivencia humana, que reclama consigo el valor ordenador de la palabra en el discurso, aunque con tanta frecuencia ella fracase.

Octubre 2021

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