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¿Por qué es tan difícil gobernar?

La convivencia social ha definido la necesidad de un orden guiado por leyes que aseguren el bienestar común, y para lograrlo ha establecido formas de gobierno. Nos corresponde la establecida como democracia, aunque históricamente también hemos dependido de la monarquía.

El ejercicio de gobierno requiere de instituciones que en nuestro sistema democrático se denominan poderes: Poder ejecutivo, Poder legislativo y Poder judicial, de cuyo enlace adecuado se espera el fortalecimiento de la sociedad civil, con una integración productiva de los sectores que la integran.

¿Por qué fracasan con tanta frecuencia las políticas de gobierno?

¿Por qué cada vez hay más distancia entre el discurso de quienes se proponen gobernar y sus realizaciones posteriores?

¿En qué radica la dificultad?

Sigmund Freud hizo, lo que puede leerse ahora como un vaticinio, el de los tres imposibles: Gobernar, Educar y Psicoanalizar.

Freud siempre habló con fundamentos. Se refirió al inevitable malestar en la cultura, recordando que los mecanismos para reprimir, modular o sublimar las pulsiones no eran suficiente garantía del bienestar soñado. Jacques Lacan reafirmó que todos los objetos que pudieran dar satisfacción, desembocan en algo no realizable, es decir que la satisfacción es incompleta, que siempre queda un resto sin colmar. De nada sirve insistir.

Pero las pulsiones insisten y con su aliado el narcisismo, un gobierno orientado al bien común gestionado por cualquier gobernante, fracasa, no cumple. Porque la autoridad del orden simbólico que sostiene la función de la palabra, se diluye y pervierte en poderes, ya no institucionales al servicio del Estado sino al servicio de apetitos personales que con sus abusos desmienten su lugar en el Otro, y desconocen al otro como interlocutor y socio de un mismo lazo de problemática social.

Tergiversada la autoridad en poder, los mandatarios se vuelven autoritarios y los llamados mandantes devienen eternos demandantes que esperan y reclaman su parte, sin asumir su responsabilidad social. De esta manera, ni unos ni otros encuentran su lugar en una mesa compartida que haga posible, sin violencia, el Encuentro y el Diálogo, tan prometidos como desgastados.

Septiembre 2022

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